viernes, 23 de marzo de 2007

Las Increíbles Historias de El Lobo (III)

Octubre de 2001, año arriba año abajo.

La primera práctica de coche de el Fredy


Situados en un lugar preferente en el bar de Nemesio (buen ambiente, posiblemente el mejor After Hours del norte de Toledo y sur de Madrid) a las siete de la mañana, los cuerpos de élite formados por Luis, Chus, Ferrer, el Fredy, el Lobo y el que escribe, Carlos; se disponían a volver a casa.

A uno de nosotros se le ocurrió pensar y posteriormente apuntar: “Lobo, anda, ves a por el coche y llévanos a casa.”. A lo que Raúl contestó: “Eh, tío, macho. Si cada uno vivís en una punta del pueblo y tardamos más en coger el coche que en llegar a nuestra casa. Y además, somos seis, no cabemos.”

Naturalmente, la más lógica y razonable de las explicaciones dadas por Raúl no fue tomada en cuenta por los acompañantes, así que los cuerpos de élite se dirigieron a los pisos del tío del Lobo donde se encontraba aparcado el Peugeot 309 blanco ó calvomovil.

Ya perfectamente ubicados en el utilitario y en el interior del garaje y cuando el viaje iba a comenzar, la puerta automática se negó a cumplir sus obligaciones. Por ello, Chus y Raúl decidieron arreglarlo, pero nada.

La puerta recibió una colleja en forma de patada por parte de Jesús, la cual, en un acto de completa cobardía, hizo teatro y dejó que una de sus lamas (hala, a buscar la palabra en el diccionario) abandonara su habitual ubicación.

El escándalo producido llamó la atención de uno de los vecinos, que bajó a increpar nuestro deleznable comportamiento y a arreglar la puerta. También se sumó el tío de Raúl, el cuál le dijo que era la última vez que aparcaba ahí y que sacase el coche y lo esperase fuera.

Todavía no acostumbrados a las reacciones del protagonista, el descojone fue del calibre 22 cuando Raúl, suavemente y como si no hubiese ocurrido nada, desoyó la orden de su tío y tranquilamente enfiló la calle hacia arriba.

Nos dirigíamos hacia la casa de Ferrer, y al entrar en una curva la mente del Lobo le jugó una mala pasada y quiso que el coche se empotrara en una huerta. Por suerte, el etílico sentido común de Carlos le dijo: “Ojo, curva derecha ras...”, el cual accionó el freno de mano realizando un trompo bastante majo.

No contento con eso, y quizás intentando examinar la capacidad de reacción del copiloto, cincuenta metros más adelante el copiloto se vio obligado a realizar un segundo trompo cuando el coche ya se abalanzaba sobre la casa de los vecinos de Ferrer.

Las risas no habían parado, así que en uno de esos momentos de lucidez que se tienen, a alguien de los allí presentes se le pasó por la cabeza que el vehículo debía ser llevado por la desequilibrada mente de el Fredy. El equipo A había decidido que la primera clase práctica de Alfredo fuese realizada un domingo a las 07.15 de la mañana tras una noche de excesos.

Dicho y hecho, Alfredo, tras haber echado del asiento del conductor a Raúl, que se creía que el Fredy iba a conducir sentado en sus rodillas como los niños pequeños (a este tío le pasa algo muy serio), intentó durante unos minutos sacar adelante el coche, que estuvo a punto de reventarle el motor a causa de los acelerones que sufría.

Finalmente el destino quiso que el utilitario avanzara y que el cachondeo aumentara por momentos cuando Alfredo ignorara las normas de comportamiento en poblado, pasando todos los cruces sin utilizar el freno.

Se decidió finalizar la clase práctica realizando una serie de bonitos y artísticos trompos en la explanada de las naves de Manoli. Realmente, Alfredo parecía todo un experto en la conducción, y con Carlos al frente del freno de mano, echaron mano de éste y del volante y dejaron volar la imaginación para las piruetas.

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